martes, 23 de junio de 2020

Un faro bretón para hablar de otro cántabro


Ver el faro de Kermorvan desde el mar me hizo entender una cuestión que me intrigaba de muchos faros bretones: ¿por qué tienen una mitad pintada de blanco y la otra no? A la mayor parte de los faros que he visitado he llegado desde tierra, por lo que me pierdo su principal perspectiva y experimentar la naturaleza real de su función: ser visto desde el mar. Por regla general contemplo sus siluetas recortadas contra el mar o contra el cielo. El día que salí del puerto de Conquet hacia la isla de Ouessant, al doblar la península de Kermorvan descubrí que su faro, en concreto su fachada blanca, destacaba y se recortaba contra el fondo oscuro de la costa. El día anterior lo había visitado y su fachada de piedra era la que destacaba contra el mar. En ese ferry comprendí en todo su alcance lo de ayuda a la navegación. Y los faros lo son, tanto de noche como de día.
 Esto me lleva a la polémica fareroturística de estos meses en Cantabria. Planteamiento: como iniciativa para enriquecer el atractivo turístico del cabo de Ajo, el Gobierno de Cantabria, la Autoridad Portuaria de Santander y el Ayuntamiento de Bareyo decidieron que el street artist cántabro Okuda San Miguel redecorase con su particular estilo el faro de Ajo, que hasta ahora lucía de impoluto blanco. Los que, como yo, no sepáis nada de este artista, podéis visitar su página web aquí o ver parte de su obra pinchando también aquí. Y en este otro enlace se muestra una imagen del proyecto.
 Inmediatamente se ha montado el pollo.Desde todos los ámbitos se han alzado voces críticas en contra con argumentos políticos, artísticos, legales, patrimoniales, sentimentales, estéticos... Incluso náuticos. No seré yo quien tenga la razón, ni la última palabra ni el argumento más convincente. Solo tengo una opinión y ni siquiera tengo claro que sea muy firme. Lo primero que me pregunté es ¿qué necesidad hay de redefinir el aspecto del faro de Ajo? A esto debe responder la Autoridad Portuaria de Santander y otras responsables de temas marítimos. Que esta es la cuestión básica que debe guiar el tema, el debate y la posterior actuación me lo confirmó el Catálogo de faros con valor patrimonial de España escrito por el arquitecto Santiago  Sánchez Beitia y recientemente editado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en el que al final del segundo párrafo de su página 32 dice  que "Acaso la uniformidad que imprimen los modelos a las torres sea, desde un punto de vista pura y simplemente estético, una restricción de ideas. No obstante, no debe  olvidarse cuál es la función primordial de un faro, que no sea otra que la de constituir una ayuda a la navegación en la que no caben consideraciones ajenas a ella". Dicho sea de paso, todo este párrafo del informe trata de la importancia de que los faros sean referencia visual  con luz diurna y de las maneras en las que se hace visible y distinguible. Si la respuesta, técnicamente justificada y razonada, es sí, entonces es cuando alguien ajeno al mundo náutico y cercano al arte y al turismo puede lanzar su idea: "¿y si aprovechamos el cambió para darle un interés extra al faro que aumente su valor  como destino turístico?". La lluvia de ideas que nazca a partir de esta pregunta no debe perder de vista la naturaleza  de un faro, que de lejos debe ser distinguido con claridad y sin asomo de duda. Suponiendo que todo esto se haya solventado con un "adelante, chicos, mola la idea de trasformarlo", llega la tercera cuestión, y más subjetiva, ¿es Okuda la mejor opción? También habría un cuarto planteamiento que quizá debería ser aclarado antes: la transformación, ¿permanente o temporal?
 Con respecto a Okuda, si se mantiene fiel a su estilo y que es lo que parece, ni de coña es el más adecuado. Su estilo agresivamente urbano no encaja en el marco bucólico de un prado típicamente cántabro, completamente despejado de todo y que lo único humano es el faro y dos construcciones auxiliares. Es agresivo para un entorno natural. No creo que los visitantes que se acercan a este tipo de paisajes vayan buscando esto. Me parece más práctico, más oportuno y más atractivo que pinte alguna casa de Bareyo, en el propio núcleo urbano. Tendría más éxito. Por cierto, que Okuda tilde de ignorantes a quienes critican este proyecto no ayuda. Le irá la polémica, pero muchos de los que han expresado sus críticas (yo no estoy entre ellos, lo mío es solo una opinión) saben muy bien de qué están hablando. Hasta donde yo sé, nadie ha cuestionado la valía del artista. Por otra parte, esa serie de colores ¿hacen más visible el faro desde una embarcación?, ¿ese diseño con muchos colores y formas no desdibujará la silueta invisibilizándolo a los ojos de los marinos? Si esto ocurriera, afectaría directamente a la función señalizadora intrínseca del faro.
 En resumen, con los datos de los que dispongo (sin entrar en temas urbanísticos ni legales ni de jurisdicción) este proyecto no me gusta y creo que no hay que llevarlo a cabo. Principalmente porque nadie ha explicado la necesidad de cambiarlo. Secundariamente, la solución ofrecida no aporta ningún valor, de hecho creo que devalúa.
 Y una vez que hemos entrado en este tema, tal vez podríamos también analizar la intervención en el donostiarra faro de Santa Clara.

Y ahora volvamos a Kermorvan
Altura 20 metros
Plano focal, 20 metros
Un destello blanco cada 5 segundos
Alcance, 22 millas
Accesible

2 comentarios:

Roque Galcerán dijo...

Buen artículo que recoge a la perfección lo que opino desde que me enteré de la noticia por la prensa.

Roque Galcerán. Torrero de faros.

Juan Miguel dijo...

Gracias por tu comentario. Un honor para alguien de secano como yo viniendo de un profesional del sector.