martes, 28 de septiembre de 2021

Doñana al frente y el Guadalquivir a sus pies

Estoy desconcertado y quiza debería dejar este tema para cuando llegue a Chipiona, pero también afecta a Sanlúcar de Barrameda. En el colegio me enseñaron que el Guadalquivir desemboca en el Atlántico y que en ese paraje se levanta Sanlúcar de Barrameda. Cuarenta años con esa lección grabada en el cerebro y tras unos estupendos días recorriendo la costa de Cádiz, aparece el alcalde de Chipiona para sembrar la duda sobre lo leído en mi libro de Sociales. Dice que va a encargar un estudio a la Universidad de Granada para documentar su tesis de que el río no desemboca en Sanlúcar, sino en su localidad. En mi ingenuidad creía que la geografía, salvo cataclismo telúrico, era inamovible. Ahora bien, si la autoridad portuaria de Sevilla llega hasta Chipiona, provincia de Cádiz, no veo por qué no se puede llevar la desembocadura oficial del río andaluz unos kilómetros más al este.

Por lo que a los faros se refiere, la otra torre sanluqueña, la de Bonanza, lleva casi 40 años apagada y sin señalizar la entrada al Guadalquivir. Quizá por eso, el primer edil de la localidad vecina haya podido razonar que ya que este está apagado que sea el faro de su pueblo el que ahora haga el trabajo. 

En cualquier caso, el faro de Bonanza se levanta entre la playa y el puerto pesquero de este barrio de Sanlúcar, justico en el lado izquierdo del giro a la derecha que traza el río antes de abrirse directamente al mar. Es uno de los más originales de la costa gaditana. Su estilo mudéjar lo distingue de todos los demás, aunque esta característica quedara algo diluida tras el cambio del remate original por una cenefa de baldosas decorativas durante una de las reformas que se le realizaron. Aun y todo, el contraste con el ladrillo caravista le da un encanto muy majo. 

No sé si la casa del farista tiene ahora algún uso o si hay algún proyecto, pero se la ve bastante bien cuidada. De hecho, el día que fuimos a verla, un hombre estaba en el patio realizando diversas labores subido a una escalera. Sea lo que sea, y dada su situación, espero que sea algo más imaginativo que un hotel o un bar. Quizá su cercanía y sus 20 metros de altura permitirían convertila en un primer mirador hacia Doñana, justo en la orilla de enfrente, y sobre la arribada de los pesqueros que surten de gambas y otras delicias. Si el de Chipona se puede visitar, no veo objeción a subir a lo alto del faro de Bonanza, aunque no sea uno de los más altos de Europa. He visitado en Francia torres más bajitas que esta.

Altura 20 metros
Plano focal 23 metros
Fuera de servicio
Accesible pero no visitable
 

martes, 21 de septiembre de 2021

El abrazo de los pinos


Viajando de poniente a levante, el primer faro en Cádiz es el de San Jerónimo. Se yergue en un pinar cercano a Bonanza, en el municipio de Sanlúcar de Barrameda. Es uno de los pocos faros fluvales de los que tengo noticia, aunque después ver este y el de Bonanza me entra la duda de si alguno de las rías gallegas, el de Guía en Vigo por ejemplo, o los del delta del Ebro (el del Fangar sería uno de ellos) también pueden considerarse de río. Este de San Jerónimo se construyó como enfilación para las embarcaciones que remontaban o bajaban el Guadalquivir hacia o desde el puerto de Sevilla, de cuya autoridad portuaria depende. Porque espero que a pesar de estar en desuso desde 1982, cuando se modificó el balizamiento del río y se apagó su luz, alguien se responsabilice de su mínimo mantenimiento. Supongo que el mismo que  encargó el cerramiento de su ventana más baja, de tapiar y esconder el vano de acceso a su interior y de, finalmente, eliminar los escalones que salvaban el basamento sobre el que se sustenta la torre de ladrillo y llevaban a la escamoteada puerta se dará una vueltica por allí para ver si le hace falta algo. Porque esta labor se realizó bastante después de su desmantelamiento. A través de sus ventanas más altas aun se ven las pintadas de su interior.

Es triste ver esta torre esmochada, que parece necesitar el abrazo que los pinos piñoneros que la rodean le dan. Cuando dejó de prestar servicio, la linterna fue retirada y solo queda el balconcillo. Tal como está me recuerda a las altas chimeneas de las tejerías que quedan en algunas ciudades. Solo ellas, aisladas, generalmente en un parque, sin contexto, sin el resto de los edificios que le dan sentido y la explican, Melancolía pura.

Altura 24 metros
Linterna desmontada
Inactivo
Accesible pero no visitable

martes, 14 de septiembre de 2021

Vuelve 'Faros de Tinta'. Empieza la segunda temporada


Con el comienzo del curso tras la vacaciones vuelven los clásicos de septiembre. Entre los más recurrentes están los coleccionables por entregas. De esto va hoy la entrada. Mañana, 15 de septiembre, regresa el serial por capítulos que más mola de todos. Alrededor de las 07.30 horas empieza la segunda temporada del webcómic Faros de Tinta, del dibujante, ilustrador, historietista y profesor de Historia Edgar Max. De lunes a jueves, aunque comience en miércoles, colgará en el perfil de Facebook de su alter ego de tinta y papel Bill el Largo los sucesivos episodios de la segunda temporada. Antes de que pinchéis en el enlace aviso de que solo es para los que tienen cuenta en esta red social. Sobre FdT, advierto de que es adictiva. Desde que empecé a seguirla, allá por febrero más o menos, leer la nueva tira ha sido una de las cosas que hago antes de desayunar. Ver el Informativo Matinal para Ahorrar Tiempo de Ángel Martín es la otra.

"¿De qué va?" es la pregunta que toca hacer. Relata el viaje del autor y su familia (mujer y dos retoños) en furgoneta para conocer los faros del norte de España, desde Higuer hasta Finsiterre, durante el verano de 2019. Y todo lo que de ello aconteció (como decían los escritores antiguos al explicar el argumento de sus novelas). La ilustración de Edgar que encabeza estas líneas enumera los faros visitados. La primera temporada transcurre entre la noche en que al protagonista se le ocurre la idea en su casa de Almería y la por-motivos-desconocidos-de-momento borrosa noche que sigue a su encuentro con los amigos de juventud en su Zaragoza natal. A partir de mañana nos enteraremos de lo sucedido. Para los que queráis poneros al día antes del estreno (repito, solo aquellos que el señor Zuckerberg tiene en su lista podrán hacerlo), pinchad aquí para ver la serie completa. Solo son 65 episodios.

Sinceramente, a mí me enganchó por la promesa de faros, por identificarme con el viaje planeado y por ver a mi Santa y Paciente y a mi suegra reflejadas en algunos de los capítulos. Aventuras y desventuras, ternura, risas, comedia, drama, personajes entrañables (qué tópico me ha quedado esto, pero lo dejo), broncas épicas y muchas refeencias a la cultura pop, especialmente a la música rock y al heavy. Esto significa que tiene banda sonora. Cada uno de los episodios desde que se montan en la furgoneta cuenta con un enlace a una canción de las que sonaban en el CD durante el viaje. Hasta ahora no se ha oído a Pablo Alborán, aunque lo nombran mucho.

En la segunda temporada esperamos que haya faros, porque si no es el mejor mcguffin de la historia. Y ya que me he puesto en modo palabros raros, los clikfinger dan a la historia un aire folletinesco a la altura de Dickens, Dumas, Stevenson, Flaubert, Salgari, Pérez Galdós o Balzac. No es de extrañar que cada mañana seamos cientos los que entremos en la página de Bill el Largo antes de poner a calentar la leche del desayuno. Mañana lo haremos.

Para abrir boca durante la espera, os dejo el teaser que regaló Edgar Max/Bill el Largo el otro día a sus impacientes seguidores. Recordad, estamos en Zaragoza, con los amigos y la familia del prota. Está a punto de ocurrir algo... 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Lectura postcovid preCádiz para vacaciones


Comienza el cole y vuelve Fareando. Pero antes de empezar la tanda de fotos de mi último viaje farero traigo el libro que compré a principios de junio, en cuanto me dieron el alta y oficialmente libre de covid-19. El bicho fue la causa de que la última entrada a este blog con mis faros bretones, la de Bodic, quedara como quedó. Era un borrador que programé para finales de mayo, pero el SARS-CoV-2 este te atontolina más de lo que parece y me olvidé de ella. Así salió como salió. La he actualizado con algún dato, pero la dejo casi tal cual.

Bueno, al grano. El caso es que en la Feria del Libro encontré esta maravilla. Había oído de ella, de Eso no estaba en mi libro de Historia de los faros, pero no esperaba encontrarla en Pamplona. Está escrita por el farero, o torrero o técnico mecánico de señales martimas, de Mesa Roldán (Almería) Mario Sanz Cruz. El autor hace una apasionada narración sobre la vida menuda y la realidad de los faros y sus técnicos a lo largo de la historia, principalmente de los españoles y de su ultramar cuando la tuvo. En un ejercicio del tipo "en todas partes cuecen habas", tampoco se olvida de contar o describir los de otros continentes y mares, que aunque cocinados con otras salsas y condimentos, no dejan de ser habas. Desde la construcción de los edificios en emplazamentos casi imposibles, malsanos o técnicamente desafiantes hasta la convivencia día a día de los fareros, sus familias, vecinos, marinos o jefes, recoge con frialdad minuciosa heroicidades y villanías, miserias y satisfacciones, salvamentos y catástrofes. Realidades comunes e historias extraordinarias. Describe la vida misma. Es curioso comprobar que a pesar de que Sanz Cruz le quita, no sé si pretendidamente, el barniz de romanticismo que desde fuera se le ha dado a la vida del farero, nos descubre la gran humanidad real que hay debajo y que la hace todavía más interesante.

Obviamente, el grueso del libro describe, narra y rememora lo ocurrido con y en los faros españoles, pero son numerosas las referencias a los de otros países. De hecho, en cada uno de  los capítulos temáticos ('Los faros', 'El factor humano', 'Los problemas', 'Otras incidencias', 'Naufragios' y 'Más allá de los faros') empieza con los más cercanos, los españoles, y acaba con los del resto del mundo. Esta  visión global es el principal mérito, ya que obliga, por lo menos me ha obligado a mí, a coger un lapiz y subrayar los nombre de todos los faros no peninsulares para acudir luego a Tío Google, tanto para rastrearlos con su aplicación Maps como para contemplarlos en Imágenes.

Como siempre me pasa, me lancé sobre sus páginas con voracidad. Pero la abundancia de datos, nombres, anécdotas e historias me frenaron. No por aburrimiento, más bien por la necesidad de procesar la masa de información que llegaba a un cerebro recuperándose del embotamiento covídico de un mes confinado. Pero lo leas a sorbos, a mordiscos o del tirón, el interés no disminuye y te sorprenderás volviendo a él una vez y otra para repasar historias o documentarte sóbre qué leer o ver relacionado con los faros y su entorno, sea técnico, histórico o artístico. O para animarte a iniciar una nueva ronda de excursiones fareras. Este año ha sido a Cádiz