viernes, 31 de diciembre de 2021

A por el 2022


Querídos seguidores de Fareando. Esta semana vuelvo a ir tarde, pero hoy es el día, hoy acaba el año 2021, que ha sido jodido, pero también ha tenido sus cosas. Algunos viajes, poner cara a nombres de Facebook, conocer nuevas personas, retomar contactos ha sido algunos de ellos.

El que entra también será jodido, pero esperemos que menos y que vaya a mejor. Y también tendrá sus cosas, así que disfrutémoslas.

Feliz Año Nuevo. Nos vemos en los faros. Los bares, de momento están medio cerrados, pero ya los irán abriendo.

viernes, 24 de diciembre de 2021

Feliz Navidad, felices fiestas.

 

Tenía que haberlo publicado el martes, pero me he tropezado con la vida.

Que haya  chaparrón, tormenta, marejada, niebla o pandemia ahí fuera da igual, para eso están los faros. Que cada cual elija el suyo y lo dicho, Feliz Navidad.

martes, 14 de diciembre de 2021

Faro de Camarinal, cuando el sitio no es el nombre


En el faro de Camarinal cruzamos la muga, la frontera entre las autoridades portuarias de Cádiz y de Algeciras. Pero no solo eso, no solo es un hito que marca un límite administrativo-burocrático, también lo es geológico-geográfico. Si bien la unión entre el Atlántico y el Mediterráneo, donde se hacen la foto los turistas, se considera que está en Tarifa, he descubierto buscando Camarinal que en realidad es el nombre del umbral batimétrico o submarino entre la cuenca atlántica y la cuenca mediterránea. Lo que los de tierra adentro y zona montañosa podríamos comparar con un collado entre dos valles o dos cumbres. 

También he aprendido que un camarinal es un lugar poblado por la camarina (Corema album), una planta arbustiva que da un fruto redondo blanco comestible.

(Nota mental: creo que en las notas de este viaje me estoy poniendo muy docto y profesoril. Tendré que preguntárselo al sector adolescente de la casa, la K-Popera y el Greñas, para corregir  una posible tendencia a la pedantería).

Este faro de almenara me ha gustado. Según mi particular escala de valoración de faros que expliqué cuando Trafalgar, este es de los arquitectura interesante, ubicación espectacular y camino de acceso atractivo. Entre las playas de los Alemanes en Zahara de los Atunes y la de El Cañuelo cercana a la duna Bolonia, se puede llegar cómodamente en coche desde la propia playa de los Alemanes o andando por una pista de tierra que sale desde la carretera que viene de Bolonia y que da servicio a las explotaciones agrarias y ganaderas de la zona. Ambas vías confluyen en el cabo de Gracia, donde se levanta la Torre Vieja, que entre 1989 y 1990 se reconstruyó para darle una segunda vida como faro.

Por cierto, me gustan más estas torres redondas de piedra que las cuadradas enlucidas. En todo caso, tanto unas como otras tienen a su favor que siendo de la década de los años 90, se alejan de la austera norma de aquella época que dio lugar a la funcional torre de fuste liso y soso con una linterna encima rodeada de uno o dos balconcillos.

Lo que más me llamó atención es el contraste entre la propia torre cilíndrica de piedra y la escalera de caracol blanca externa y exenta que da acceso a su interior. Es de esos contrastes que quedan bien, que no chirrían. Además me plantea la pregunta de como accedían a su interior los defensores y vigías de esta torre en el siglo XVI. Vale que se trata de ponérselo difícil a los malos, pero ¿también a los buenos?

Y ya que vamos de curiosos, otra cuestión: ¿por qué recibe el nombre de faro de Camarinal estando en el cabo de Gracia y punta Camarinal se sitúa más al sudeste?

Altura: 20 metros
Plano focal: 75 metros
Luz blanca con un grupo de dos ocultaciones cada 5 segundos. 
Alcance: 13 millas
Accesible

martes, 7 de diciembre de 2021

Un faro que es una baliza que es un reloj de sol

 


Iba a decir Barbate, tierra de atunes, pero me resulta raro unir un bicho de mar con el secano. En fin, cosas mías. 

Pero a lo que iba. Barbate es una de las capitales del atún rojo de alamadraba y así lo demuestra esa veleta en forma de Thunnus thynnus que acompaña en una desangelada plaza al faro de la localidad. Cierto que esa plaza es también un enorme reloj de sol del que el faro es el gnomón cuya sombra marca la hora, 

Por lo que respecta al faro, es uno más de la generación de los 80 del siglo XX. Eso significa que es tremendamente funcional pero soso. De hecho, le he preguntado a mi Santa y Paciente qué recuerda de esta baliza, porque al fin y al cabo es lo que en realidad es, y me ha dicho que nada, solo de cómo disfrutó del atún rojo que comimos. Un fuste identificado con cuatro franjas horizontales roja-blanca-roja-blanca (de arriba a abajo), con un bloque octogonal blanco. La luminaria, pues carece de linterna propiamente dicha, corona lo alto de la torre. 

Este el punto más llamativo de este faro. Un mini 'bombillo', el que se ve en la foto de la derecha, que alcanza las 10 millas con la luz blanca y 7 con la roja. Después de haber visto las aparatosas lentes fresnel de otras torres, ver que las ráfagas de este pequeñajo de la foto de la derecha alcanzan similar distancia es un canto a la tecnología. Y no será el único que vea en este viaje.

El sector de luz roja marca la zona portuaria y la blanca, la de la playa, que es el lado seguro para dirigirse hacia la bocana del puerto. De forma más exacta, el sector blanco cubre desde el 95º al 195º, el sector rojo se distingue entre 195 y los 281º. Entre el 281 y el 95º está a oscuras. Es el lado de tierra y los vecinos no son molestados.

Altura: 16 metros
Plano focal: 22 metros
Dos destellos blancos/rojas en periodos de 7 segundos con dos ocultaciones de 1,5 y 4,5 segundos. 
Alcance: 10 millas la luz blanca y 7 la luz roja.
Accesible


martes, 30 de noviembre de 2021

Unos contrafuertes blancos que imaginaba rosados


Trafalgar. Otro de los míticos. Por la zona en la que se ubica, por la batalla que se libró allí y de la que este faro no fue testigo, por su peculiar estructura, única en la zona y que responde a las peculiaridades de propias del lugar. 

Esas ocho nervaduras que recorren verticalmente su exterior no son otra cosa que contrafuertes añadidos 60 años después de su puesta en servicio en 1862. Fueron necesarios por dos motivos, un cambio de luminaria que pesaba más de lo que su estructura podía soportar y, de paso, reforzar la torre contra los vientos que sacuden el cabo. 

Sé que voy a decir-escribir una chorrez, pero lo que más me sorprendió es que fuera blanco. Y mira que lo pone clarito en cualquier guía, pero será por esas fotos de atardeceres y amaneceres, de juegos de luces, pero me lo esperaba de un tono rosáceo, de un salmón muy muy desvaído entre las nervaduras. En fin, pa'que te fíes de las fotos (y de las relaciones entre mi ojo y mi cerebro).

Cuando me preguntan por qué me gusta ir de faros la respuesta se basa en tres puntos: el propio faro, el sitio donde está y el camino que lleva hasta él. Este de Trafalgar puntúa alto en los tres conceptos. Jo, qué faro. Jo, qué sitio. Y casi jo, qué camino. En esto último, la parte que llega hasta la zona de aparcamiento es como todas, pero desde ahí hasta el faro, todo el arenal, las dunas y las playas merecen la pena. Y si aprieta el calor, pues bañito donde haga falta. Me gustó la playa de La Marisucia, pero soy así de raro. Una pena que de vez en cuando nos recuerde en toda su negrura el drama de la migración.

Altura 34 metros
Plano focal, 51 metros
Grupo de destellos blancos 2+1 cada 15 segundos 
Alcance, 29 millas
Accesible

martes, 23 de noviembre de 2021

Si tenemos una almenara, pongámosle un linterna

 

Aunque podría decirse esto del faro de Sancti Petri, es con el de Roche con el que comienza la reconversión de las antiguas torres de vigilancia costera, las almenaras, en señales marítimas de ayuda a la navegación. A lo largo de la costa gaditana hay varios ejemplos más, pero también en Málaga, Granada y Almería. Si ya son altas y su ubicación oportuna, pues casi la mitad del trabajo ya está hecho. Aunque me entra una duda: ¿son realmente aprovechamiento y se han levantado sobre cimientos antiguos o son nuevas del todo y replican la estructura de almenara?

En el caso de este faro de Conil se dice que está sobre o al lado de una mandada construir por Guzmán el Bueno. La aparición de este personaje en este viaje me impresionó, pero ya hablaré de ello cuando lleguemos a Tarifa. La torre es cuadrada con un enlucido amarillo, recordando a la de Sancti Petri (digo recordadndo porque la de la isla la vi primero). Es uno de esos proyectos a los que aplicar lo de "las cosas de palacio van despacio", porque si el plan inicial de levantar un faro en esta zona es de finales del XIX, de 1899, hubo de esperar casi 90 años para que se pusiera en servicio. 

Ya que estamos con el tema del aprovechamiento constructivo-arquitectónoco, ¿la veleta es reciclada? Tiene grabado el año 1984, pero su encendido fue en 1986 si los datos que he encontrado son correctos.

Por cierto, los acantilados sobre los que se levanta, espectaculares, y las calas, pa'verlas. Todo el paseo sobre la costa alejándose de Conil de la Frontera en dirección hacia Roche, en el sur de la playa de La Barrosa, reconcilia con una orografía agreste que no tiene nada que envidiar de las del Cantábrico. Lo de las playas no lo comento, es otro nivel. 

La puesta de sol me la perdí, pero para cazadores del famoso y mítico rayo verde resulta un balcón excelente.

Altura: 16 metros
Plano focal: 45 metros
Un grupo de 3 + 1 destellos de luz blanca en periodos de 24 segundos
Alcance: 20 millas
Accesible


martes, 16 de noviembre de 2021

Y hasta aquí llega el arrecife

 

Cuando la semana pasada me puse pedante y me lié a hablar de fenicios, templos de Melkart, guerras de Troya e islas desaparecidas no fui del todo preciso. Las antiguas islas de Erytheia, Kotinoussa y una tercera, la de Antípolis, siguen existiendo, pero sus perfiles han cambiado. Tanto la acción del hombre como la de la naturaleza han ido modificando el entorno y si 3.000 años después Julio César o Aníbal el Cartaginés quisieran volver a los escenarios de sus correrías juveniles tendrían serios problemas para reconocer algunos de los lugares.

Antípolis, después renombrada isla de León, está prácticamente unida a la península por una marisma y casi completamente cubierta por el municipio de San Fernando. Diversos caños (Nota Mental: tengo que buscar la definición geográfica de este término), en especial el de Sancti Petri, mantienen viva la noción de isla. Por su parte, las de Erytheia y Kotinoussa, luego isla de San Pedro, se han fusionado gracias a la expansión de Cádiz desde la antigua Gadir por el norte de San Pedro y hacia el sur de esta. Los sedimentos depositados por el Guadalete después de 30 siglos han acabado creando otra marisma que une el este de San Pedro con León. El antiguo archipiélago de Gadeiras ha dado paso (o está dando paso, que la velocidad geológica es la que es) a una península.

¿Y adónde quiero llegar con este ataque de sabiondez googlenísta? Pues a la foto de ahí arriba. Porque a lo largo de todo este tiempo no solo han habido arrejuntamientos, también desgajes y uno de ellos es la actual isla de Sancti Petri. Superficialmente separada, queda una rasa mareal bastante estrecha que marca el antiguo límite costero de Kotinoussa. En el extremo más alejado se encuentra la llamada punta del Arrecife, un peligro que las autoridades marítimas del ramo lo han señalado con una marca cardinal oeste. 

Las marcas cardinales se utilizan para señalar la presencia de puntos especialmente peligroso e indicar el cuadrante, norte, este, sur u oeste, por el que deben ser sobrepasados. Los cuatro cuadrantes están limitados por las marcaciones verdaderas NW, NE, SE, SW tomadas desde el obstáculo. 

Esta señal de punta de Arrecife es oeste y se identifica visualmente por sus colores, tres franjas horizontales amarilla-negra-amarilla y el remate de dos conos superpuestos unidos por sus respectivos vértices. El indicativo luminoso es de nueve destellos cada 10 segundos.

Para observadores atentos, la línea de espuma blanca que llega hasta el poste desde la isla de Sancti Petri es también una buena señal de que ahí hay una rompiente oculta de la que más vale mantenerse alejado.

Al fondo, medio borroso medio desenfocado, me dice mi amigo Manuel, gaditano de pro trasladado a Navarra, (levántate y saluda) que es el puente de la Constitución de 1812,  La Pepa, (yo lo había identificado como el de José León de Carranza), se levanta por detrás de la playa del Chato (creo).

Altura focal: 9 metros
Señal visual: dos conos en la parte superior opuestos por sus puntas
Grupo de 9 centelleos blancos cada 10 segundos.
Alcance: 3 millas
Visible y se aconseja no acercarse.

martes, 9 de noviembre de 2021

Una tortuga sobre la tumba de Hércules en Sancti Petri

 


La visita a la isla de Sancti Petri, su castillo y su faro resultó a la vez muy interesante y un tanto triste. 

Interesante por toda la historia que hay en la zona, comprobar que Cádiz y el Estrecho han sido cruce de civilizaciones desde antes de que los romanos aprendieran a pronunciar Gadir. 

Triste porque la primera vez que he visto al natural mi tortuga preferida, un mito desde mi infancia por ser la más grande de todas: la tortuga laúd. Estaba muerta. Es ese bulto mitad oscuro y mitad amarillento al pie de la torre del faro. No soy ningún experto, pero tenía todo el aspecto de haber caído en una red de pesca con muy mal resultado. Clásico ejemplo de cómo están los mares. En fin...

Volvamos a la isla y a su faro. Según cuentan durante el recorrido por el recinto, porque se puede visitar aunque al faro no se sube, toda la zona fue un asentamiento fenicio y mientras la colonia comercial de Gadir se asentaba en la isla de Erytheia, el centro espiritual, el templo de Melkart, lo levantaron en la de Kotinoussa, que en su mayor parte ha desaparecido bajo el mar  y solo queda la actual Sancti Petri.

Y desde entonces, desde, dicen, el siglo XII antes de Cristo, cuando la guerra de Troya todos los que eran alguien en la Antigüedad Clásica se acercaron por allí, a visitar la tumba del semidios Hércules, que en la décima de sus doce pruebas pasó por allí y colocó dos columnas a modo de monumento tras superarla, una es el peñón de Gibraltar y la otra es el monte Musa (aunque algunos la sitúan en el ceutí monte Hacho). 

Siglos después, muchos siglos después, en el XVII de nuestra era, sobre las ruinas del templo se construyó una torre de vigilancia que evoluciona hacia fuerte militar y ya en el XX se colocó una luz a modo de faro sobre la torre para balizar la isla y señalar la entrada del canal. 

No sé cómo sería la linterna original de 1918, pero su sustituta de 1952 no es que merezca mucho la pena con su cúpula cónica achaparrada.

Altura 16 metros
Altura focal 20 metros
Un destello blanco cada 3 segundos.
Alcance, 9 millas
Accesible, pero no visitable

martes, 2 de noviembre de 2021

Otro faro y otro enclave desaprovechados

Por fin he visitado Cádiz, ciudad a la que desde hace mucho tiempo le tenía ganas. No solo no ha defraudado, es que me ha dejado tan con la boca abierta que debo volver para recuperar la mandíbula, que se me debió caer en los alrededores de la catedral.

Pero como dice el chiste, "si vamos a setas, a setas y si vamos a rolex, a rolex". Y aquí vamos a faros.

El faro de Cádiz, o el de San Sabastián por encontrarse dentro de esa ciudadela militar, es único en España: solo queda este en servicio de los que se han construído en metal. Los otros dos de los que yo tengo noticia son el de Banya en el Delta del Ebro, que dejó de funcionar y fue trasladado a Tarragona como museo, y el de Buda, también en el Delta y derribado por una tormenta en la década de los años 60 del pasado siglo.

El hecho de ser metalico tiene como idea base que pueda desmontarse en caso de necesidad. ¿Y cual puede ser? Se me ocurren varias, pero dados los antecedentes en la zona, la principal sería poder retirarlo en caso de guerra y evitar así su derribo, como ocurriera en 1898 en Rota o en la propia Cádiz. En el marco de la guerra de Cuba se plantearon que los estadounidenses podrían llegar hasta el Estrecho y atacar la costa, por lo que quisieron evitar que las luces les permitieran apuntar su cañones.

Si el duque de Nájera de la época no hubiera tomado esa decisión, Cadiz no difrutaría ahora de esta torre metálica, pero sí podría enorgullecerse de un faro en activo desde 1613, el tercero más antiguo tras la Torre de Hércules de origen romano en A Coruña y el de Portopí en Mallorca, de 1300 aunque lo trasladaron su actual emplazamiento en 1617.

El faro de San Sebastián luce sus contrafuertes metalicos y su fuste central de palastro de acero desde el centro del fuerte del mismo nombre. El carácter castrense del recinto impide un acercamiento  razonable. Cualquier intento de buscar una perspctiva razonable choca con una muralla que no es precisamente la que cantaban Ana Belén y Víctor Manuel.

Volvemos a lo de siempre. Cádiz cuenta con un recurso con una potencial utilidad más allá de dar luz a las embarcaciones, una utilidad que puede sufragar su propio mantenimiento. Y se desaprovecha. La situación del faro de Cádiz es un atrativo que se suma a su exclusiva caraterística metálica. Lo de visitar la linterna es complicado por tener que ascender 30 metros por un tubo de dos metros de diámetro, pero se le puede dar una vuelta. Con vistas a las playas de La Caleta y de la Victoria, a todo el horizote de la ciudad desde el mar, la visita al fuerte sería un atractivo más. Además, los edificios pueden convertirse en locales de hostelería, en salas culturales multifuncionales. Y, por supuesto, en apostadero para ver puestas de sol.

Altura 37 metros
Altura focal 41 metros
Dos destellos blancos cada 10 segundos.
Alcance, 25 millas
Visible, accesible lo justito, pero no visitable,

martes, 26 de octubre de 2021

Me ha dejado frío

 

Pues no sé yo. El faro de Puerto Sherry, que en realidad es una baliza, no termina de hacerme tilín. Más que bonito me parece fotogénico. En cámara da mejor que en vivo. Al contrario de lo que se dice de algunas personas, gana en las distancias largas. De cerca... Me pasó como cuando visité la ciudad de Luxemburgo, muy mona, pero demasiado pulida, demasiado de postal, un tanto fría, como si fuera de cartón piedra. 

Sé que es una impresión personal muy subjetiva y probablemente injusta, pero... Quizá sea la torre que menos me gustó de todas las de Cádiz. 

Sobre el dique de poniente, no hay duda de que es tremendamente funcional. De hecho es la torre de control del puerto deportivo y la han coronado con la luz roja que marca la entrada a la marina. Supongo que verlo en un día de mucho movimiento de embarcaciones o lleno de espectadores que asistan a alguna regata le dará otra vida, pero no fue el caso. Me lo perdí. 

Puede que influyera lo desangelada que me pareció toda la zona del paseo de la Bahía, con muchos edificios abandonados a medio construir. Como si le hubiera explotado una burbuja inmobliriaria.

Altura 23 metros
Una ocultación cada 4 segundos. Luz roja.
Alcance, 4 millas
Accesible, pero no visitable,

martes, 19 de octubre de 2021

Vienen altas las nuevas generaciones

En el imaginario colectivo ha queddo grabada la década de los 80 del pasado siglo como la de la explosión creativa, la modernidad cultural, la de la extravagancia, la de la Movida en Madrid, aunque también la hubo en otras ciudades y no se hable tanto de ellas. Pero, reconozcámoslo, esta eclosión imaginativa y de vanguardia no llegó al diseño de los nuevos faros de esa época. Parece ser que el plan de renovación optó por la funcionalidad, por la austeridad, por la simplificación. La costa se llenó de torres cilíndricas, más o menos altas según la necesidad, coronadas con uno o dos balcones y una linterna, Son construcciones exentas, carecen de edificio de vivienda para los fareros. Vamos, que son un triste poste con un bombillo encima.

Cierto es que la electrificación, las diferentes automatizaciones y otros avances tecnológicos han hecho innecesaria la presencia continua del torrero, del farero, del técnico de señales marítimas. Se han deshumanizado para tecnologizarse más. Son más sosos sin perder su utilidad. Cierto es que veníamos de la crisis del petróleo de los años 70 y de la posterior crisis industrial, por lo que la economía no estaba para echar cohetes. Supongo que esto también influyó. Con todo, las mentes pensantes debieron darse cuenta de este aspecto humano-subjetivo y tomaron una sabia decisión: mantener al viejo veterano, aunque fuera en desuso, junto al joven recién llegado, en una suerte de paso de testigo, de maestro que enseña al aprendiz. Esta es una de las razones de los numerosas parejas de faros que se distribuyen por toda la costa peninsular y en los archipiélagos.

El faro nuevo de Rota es uno de esto ejemplos. Bien tiesico, bien alto, bien relimpio y luciendo su faja roja lanza sus destellos desde el puerto sobre este tramo de la costa gaditana. Detrás, en un segundo plano, en silencio y posado sobre la arcada de entrada a la ciudad le observa el Viejo. 

Spoiler: Cuando llegue la década de los 90, la tendencia cambiará e ingenieros y arquitectos proyectarán edificios más imaginativos. Eso sí, sin llegar a las locas ideas de Corea del Sur, en especial los de Busán o los de la isla de Jeju

Altura 27 metros
Plano focal, 34 metros
Una ocultación cada 4 segundos. Luz blanca.
Alcance, 16 millas
Accesible, pero no visitable,

martes, 12 de octubre de 2021

Jubilado pero resultón

 

La villa de Rota, la de la base naval llena de americanos, pero también la que tiene el ayuntamiento en un castillo, el de Luna, con un patio porticado que alucinas, la de la iglesia de la O con su decoración barroca y la que ha inventado el arranque roteño, ese plato que desde la sombra hace una seria  competencia al gazpacho, al ajoblanco y al samorejo, ganando muchos adeptos. Bueno, al menos dos, mi Santa y Paciente y yo. Me he hecho fan muy fan.

Bueno, pues esa Rota, a pesar de lo que digan los manuales al uso, tiene tres faros: el Nuevo, el Viejo y el Primitivo. Los dos primeros se pueden ver y ser retratados, mientras que el tercero, como todo lo primitivo, vive en la memoria. Despareció en 1898, durante las guerras de Cuba y Filipinas. Algún alto pensador estratégico se le ocurrió que quizá los estadounidenses decidieran dejar caer unas bombas contra la ciudad y la luz roja  le sirviera de punto de referencia. Solución: derribarlo antes que ellos. Pues eso, un desastre lo del 98.

El actualmente viejo y que fuera nuevo hasta 1980, llegó en 1910 y se posó en la muralla de la ciudad, frente al puerto. La verdad es que les quedó majo y original para lo que se ve en nuestras costas. Es el único que yo conozco que se puede pasar por debajo. Dicen que se puede visitar pero no he encontardo cómo. Tengo oído también que el Ayuntamiento, con muy buen sentido, prepara un proyecto de restauración y poder incluirlo en su ruta de visitas. Ojala lo lleven a cabo, así tendré una escusa para volver a probar el arranque. 

Además de tener desde hace tiempo varios cristales rotos, llama mucho la atención la veleta, con una ballena sonriente perseguida por una carabela, Será que el cetáceo nada contra el viento y la embarcación no puede darle alcance.

Altura 9 metros
Plano focal, 15 metros
Alcance: fue de 12 millas.
Accesible y dicen que visitable con guía.

martes, 5 de octubre de 2021

Chipiona, el Más Alto hace sombra a la Más Grande

Muchos son los que llegan a Chipiona para homenajear a la cantante Rocío Jurado, visitar su tumba y hacerse una foto junto a su monumento en el paseo marítimo. Mi Santa y Paciente se jugó la vida para llegar hasta la rotonda en la que está y lo hizo, se concedió su momento folclórico, mitómano y turistón. Es lo que tocaba e hizo bien. Pero a la Más Grande le ha salido un poderoso competidor: el faro de Chipiona, el más alto de España y uno de los mayores de Europa. Además está abierto al público. Sí, se puede visitar, entrar dentro y subir hasta la linterna. Sigue encendiéndose por las noches, el farero continúa viviendo dentro del edificio con su familia y no ha pasado nada. Es la demostración empírica y sobre el terreno de que es posible. La Torre de Hércules es otro ejemplo. Multitud de faros en Francia también dan fe de ello. Lo mismo en Portugal. Y ya no digamos nada de Estados Unidos. No hace falta convertirlos todos en hoteles de lujo ni de no lujo.

Volviendo a la Restinga del Perro, en el extremo norte de la playa de La Regla, el faro chipionero da sombra a numerosos pescadores que desde allí lanzan los sedales. Y en esa umbría se dan cita los visitantes al faro, que en estos tiempos pandémicos se reparten en tres turnos de quince personas. Les acompañan un guía y una técnica sanitaria. Si en Francia algunos faros cuentan con un desfibrilador en lo alto, aquí la posible atención médica es humana. Punto para los gaditanos.

Tras unas explicaciones al pie del edificio, se pasa al patio interior, decorado al más puro estilo andaluz, con una planta baja y otra superior porticada, que es la vivienda del farero y su familia. Hasta la llegada del SARS-CoV 2 y la clausura del recinto, el propio torrero daba las explicaciones a los visitantes. Tras su reapertura este verano, es el guía turístico quien lo hace. Además, el patio se ha convertido en un pequeño museo sobre los faros y en él se exponen lentes, un quemador y algunas boyas, así como paneles explicativos. Lo cubre una pirámide acristalada que permite ver la torre desde una perspeciva ascendente que hasta produce vértigo. La primera vez que me pasa mirando hacia arriba.


A la izquierda, la lente del faro de Bonanza, catalogada como de 6º orden y  que fue retirada de la linterna tras el  apagado de este faro en 1982. 

 

A la derecha, un sistema de iluminación de gas acetileno, con quemador y válvula solar.

 

Tras las explicaciones viene el ascenso. 322 peldaños hasta la linterna. Pese a los temores de algunos, la subida es cómoda ya que la escalera de caracol es ancha y cuenta con buena iluminación. Además, hay previstas tres paradas por el camino, cada 100 escalones más o menos, para dar las explicaciones pertinentes pero que ayudan a recuperar el aliento a los que vamos más justicos de fondo. En ellas se van desgranado desde la historia del primer faro mandado construir por el general romano Quinto Servilio Caepión, del que no quedan restos conocidos, hasta las características y cómo se construyó el actual. Los bloques del muro son de piedra ostionera (me encanta esa palabra) típica de esta costa. Su rugosidad es tal que en caso de caída da más miedo el roce con la pared que los golpes contra los escalones.

Una vez en el balconcillo exterior, las vistas son espectaculares. La zona y la altura lo permiten. Si en el grupo de visitantes hay algún abuelete local, las anécdotas e historias que se cruzan entre él y el guía son de los más instructivas.

Por cierto, las visitas hay que reservarlas por anticipado en la oficina de turismo de Chipiona. Este verano eran tres turnos por la mañana de 15 personas cada uno.

Altura 62 metros
Plano focal, 69 metros
Un destello blanco cada 10 segundos
Alcance, 25 millas
322 escalones
Visitable

martes, 28 de septiembre de 2021

Doñana al frente y el Guadalquivir a sus pies

Estoy desconcertado y quiza debería dejar este tema para cuando llegue a Chipiona, pero también afecta a Sanlúcar de Barrameda. En el colegio me enseñaron que el Guadalquivir desemboca en el Atlántico y que en ese paraje se levanta Sanlúcar de Barrameda. Cuarenta años con esa lección grabada en el cerebro y tras unos estupendos días recorriendo la costa de Cádiz, aparece el alcalde de Chipiona para sembrar la duda sobre lo leído en mi libro de Sociales. Dice que va a encargar un estudio a la Universidad de Granada para documentar su tesis de que el río no desemboca en Sanlúcar, sino en su localidad. En mi ingenuidad creía que la geografía, salvo cataclismo telúrico, era inamovible. Ahora bien, si la autoridad portuaria de Sevilla llega hasta Chipiona, provincia de Cádiz, no veo por qué no se puede llevar la desembocadura oficial del río andaluz unos kilómetros más al este.

Por lo que a los faros se refiere, la otra torre sanluqueña, la de Bonanza, lleva casi 40 años apagada y sin señalizar la entrada al Guadalquivir. Quizá por eso, el primer edil de la localidad vecina haya podido razonar que ya que este está apagado que sea el faro de su pueblo el que ahora haga el trabajo. 

En cualquier caso, el faro de Bonanza se levanta entre la playa y el puerto pesquero de este barrio de Sanlúcar, justico en el lado izquierdo del giro a la derecha que traza el río antes de abrirse directamente al mar. Es uno de los más originales de la costa gaditana. Su estilo mudéjar lo distingue de todos los demás, aunque esta característica quedara algo diluida tras el cambio del remate original por una cenefa de baldosas decorativas durante una de las reformas que se le realizaron. Aun y todo, el contraste con el ladrillo caravista le da un encanto muy majo. 

No sé si la casa del farista tiene ahora algún uso o si hay algún proyecto, pero se la ve bastante bien cuidada. De hecho, el día que fuimos a verla, un hombre estaba en el patio realizando diversas labores subido a una escalera. Sea lo que sea, y dada su situación, espero que sea algo más imaginativo que un hotel o un bar. Quizá su cercanía y sus 20 metros de altura permitirían convertila en un primer mirador hacia Doñana, justo en la orilla de enfrente, y sobre la arribada de los pesqueros que surten de gambas y otras delicias. Si el de Chipona se puede visitar, no veo objeción a subir a lo alto del faro de Bonanza, aunque no sea uno de los más altos de Europa. He visitado en Francia torres más bajitas que esta.

Altura 20 metros
Plano focal 23 metros
Fuera de servicio
Accesible pero no visitable
 

martes, 21 de septiembre de 2021

El abrazo de los pinos


Viajando de poniente a levante, el primer faro en Cádiz es el de San Jerónimo. Se yergue en un pinar cercano a Bonanza, en el municipio de Sanlúcar de Barrameda. Es uno de los pocos faros fluvales de los que tengo noticia, aunque después ver este y el de Bonanza me entra la duda de si alguno de las rías gallegas, el de Guía en Vigo por ejemplo, o los del delta del Ebro (el del Fangar sería uno de ellos) también pueden considerarse de río. Este de San Jerónimo se construyó como enfilación para las embarcaciones que remontaban o bajaban el Guadalquivir hacia o desde el puerto de Sevilla, de cuya autoridad portuaria depende. Porque espero que a pesar de estar en desuso desde 1982, cuando se modificó el balizamiento del río y se apagó su luz, alguien se responsabilice de su mínimo mantenimiento. Supongo que el mismo que  encargó el cerramiento de su ventana más baja, de tapiar y esconder el vano de acceso a su interior y de, finalmente, eliminar los escalones que salvaban el basamento sobre el que se sustenta la torre de ladrillo y llevaban a la escamoteada puerta se dará una vueltica por allí para ver si le hace falta algo. Porque esta labor se realizó bastante después de su desmantelamiento. A través de sus ventanas más altas aun se ven las pintadas de su interior.

Es triste ver esta torre esmochada, que parece necesitar el abrazo que los pinos piñoneros que la rodean le dan. Cuando dejó de prestar servicio, la linterna fue retirada y solo queda el balconcillo. Tal como está me recuerda a las altas chimeneas de las tejerías que quedan en algunas ciudades. Solo ellas, aisladas, generalmente en un parque, sin contexto, sin el resto de los edificios que le dan sentido y la explican, Melancolía pura.

Altura 24 metros
Linterna desmontada
Inactivo
Accesible pero no visitable

martes, 14 de septiembre de 2021

Vuelve 'Faros de Tinta'. Empieza la segunda temporada


Con el comienzo del curso tras la vacaciones vuelven los clásicos de septiembre. Entre los más recurrentes están los coleccionables por entregas. De esto va hoy la entrada. Mañana, 15 de septiembre, regresa el serial por capítulos que más mola de todos. Alrededor de las 07.30 horas empieza la segunda temporada del webcómic Faros de Tinta, del dibujante, ilustrador, historietista y profesor de Historia Edgar Max. De lunes a jueves, aunque comience en miércoles, colgará en el perfil de Facebook de su alter ego de tinta y papel Bill el Largo los sucesivos episodios de la segunda temporada. Antes de que pinchéis en el enlace aviso de que solo es para los que tienen cuenta en esta red social. Sobre FdT, advierto de que es adictiva. Desde que empecé a seguirla, allá por febrero más o menos, leer la nueva tira ha sido una de las cosas que hago antes de desayunar. Ver el Informativo Matinal para Ahorrar Tiempo de Ángel Martín es la otra.

"¿De qué va?" es la pregunta que toca hacer. Relata el viaje del autor y su familia (mujer y dos retoños) en furgoneta para conocer los faros del norte de España, desde Higuer hasta Finsiterre, durante el verano de 2019. Y todo lo que de ello aconteció (como decían los escritores antiguos al explicar el argumento de sus novelas). La ilustración de Edgar que encabeza estas líneas enumera los faros visitados. La primera temporada transcurre entre la noche en que al protagonista se le ocurre la idea en su casa de Almería y la por-motivos-desconocidos-de-momento borrosa noche que sigue a su encuentro con los amigos de juventud en su Zaragoza natal. A partir de mañana nos enteraremos de lo sucedido. Para los que queráis poneros al día antes del estreno (repito, solo aquellos que el señor Zuckerberg tiene en su lista podrán hacerlo), pinchad aquí para ver la serie completa. Solo son 65 episodios.

Sinceramente, a mí me enganchó por la promesa de faros, por identificarme con el viaje planeado y por ver a mi Santa y Paciente y a mi suegra reflejadas en algunos de los capítulos. Aventuras y desventuras, ternura, risas, comedia, drama, personajes entrañables (qué tópico me ha quedado esto, pero lo dejo), broncas épicas y muchas refeencias a la cultura pop, especialmente a la música rock y al heavy. Esto significa que tiene banda sonora. Cada uno de los episodios desde que se montan en la furgoneta cuenta con un enlace a una canción de las que sonaban en el CD durante el viaje. Hasta ahora no se ha oído a Pablo Alborán, aunque lo nombran mucho.

En la segunda temporada esperamos que haya faros, porque si no es el mejor mcguffin de la historia. Y ya que me he puesto en modo palabros raros, los clikfinger dan a la historia un aire folletinesco a la altura de Dickens, Dumas, Stevenson, Flaubert, Salgari, Pérez Galdós o Balzac. No es de extrañar que cada mañana seamos cientos los que entremos en la página de Bill el Largo antes de poner a calentar la leche del desayuno. Mañana lo haremos.

Para abrir boca durante la espera, os dejo el teaser que regaló Edgar Max/Bill el Largo el otro día a sus impacientes seguidores. Recordad, estamos en Zaragoza, con los amigos y la familia del prota. Está a punto de ocurrir algo... 

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Lectura postcovid preCádiz para vacaciones


Comienza el cole y vuelve Fareando. Pero antes de empezar la tanda de fotos de mi último viaje farero traigo el libro que compré a principios de junio, en cuanto me dieron el alta y oficialmente libre de covid-19. El bicho fue la causa de que la última entrada a este blog con mis faros bretones, la de Bodic, quedara como quedó. Era un borrador que programé para finales de mayo, pero el SARS-CoV-2 este te atontolina más de lo que parece y me olvidé de ella. Así salió como salió. La he actualizado con algún dato, pero la dejo casi tal cual.

Bueno, al grano. El caso es que en la Feria del Libro encontré esta maravilla. Había oído de ella, de Eso no estaba en mi libro de Historia de los faros, pero no esperaba encontrarla en Pamplona. Está escrita por el farero, o torrero o técnico mecánico de señales martimas, de Mesa Roldán (Almería) Mario Sanz Cruz. El autor hace una apasionada narración sobre la vida menuda y la realidad de los faros y sus técnicos a lo largo de la historia, principalmente de los españoles y de su ultramar cuando la tuvo. En un ejercicio del tipo "en todas partes cuecen habas", tampoco se olvida de contar o describir los de otros continentes y mares, que aunque cocinados con otras salsas y condimentos, no dejan de ser habas. Desde la construcción de los edificios en emplazamentos casi imposibles, malsanos o técnicamente desafiantes hasta la convivencia día a día de los fareros, sus familias, vecinos, marinos o jefes, recoge con frialdad minuciosa heroicidades y villanías, miserias y satisfacciones, salvamentos y catástrofes. Realidades comunes e historias extraordinarias. Describe la vida misma. Es curioso comprobar que a pesar de que Sanz Cruz le quita, no sé si pretendidamente, el barniz de romanticismo que desde fuera se le ha dado a la vida del farero, nos descubre la gran humanidad real que hay debajo y que la hace todavía más interesante.

Obviamente, el grueso del libro describe, narra y rememora lo ocurrido con y en los faros españoles, pero son numerosas las referencias a los de otros países. De hecho, en cada uno de  los capítulos temáticos ('Los faros', 'El factor humano', 'Los problemas', 'Otras incidencias', 'Naufragios' y 'Más allá de los faros') empieza con los más cercanos, los españoles, y acaba con los del resto del mundo. Esta  visión global es el principal mérito, ya que obliga, por lo menos me ha obligado a mí, a coger un lapiz y subrayar los nombre de todos los faros no peninsulares para acudir luego a Tío Google, tanto para rastrearlos con su aplicación Maps como para contemplarlos en Imágenes.

Como siempre me pasa, me lancé sobre sus páginas con voracidad. Pero la abundancia de datos, nombres, anécdotas e historias me frenaron. No por aburrimiento, más bien por la necesidad de procesar la masa de información que llegaba a un cerebro recuperándose del embotamiento covídico de un mes confinado. Pero lo leas a sorbos, a mordiscos o del tirón, el interés no disminuye y te sorprenderás volviendo a él una vez y otra para repasar historias o documentarte sóbre qué leer o ver relacionado con los faros y su entorno, sea técnico, histórico o artístico. O para animarte a iniciar una nueva ronda de excursiones fareras. Este año ha sido a Cádiz


 

lunes, 31 de mayo de 2021

Bodic

 

En las galerías de faros curiosos y llamativos suele tener un sitio reservado el faro de Bodic. Su silueta, su color blanco recuerdan a los trasbordadores de la NASA.

El conocido faro-transbordador espacial tiene una cara b asentada en el estilo la más tradicional de la arquitectura local de la Cote d'Armor. 


Altura 22 metros
Plano focal, 55metros
Luz direccional  destellante blanca
Alcance, 22 millas.
Accesible pero no visitable

martes, 27 de abril de 2021

¿Es Île Noir la Isla Negra de Tintin?

Cuando no hay mucho que contar pero hay que vender, pues se sugieren ideas. No sé si Hergé, el padre de Titntín, estuvo alguna vez en la bahía de Morlaix. Los lugareños afirman que sí. Algo así como las visitas de Hemmigway a Pamplona por San Fermín. Según cuentan, frecuentaba el pueblo de Locquénolé y desde allí contemplaba la silueta del faro y la casa del guardián en medio de la ensenada. En 1938 se automatizó el faro y ese mismo año se editó la séptima aventura de Tintín titulada La isla negra como álbum en blanco y negro. Pues verde y en ensalada... lechuga. Nace la leyenda y a los visitantes se les cuenta una bonita historia que tragas con ganas si eres fan del reportero belga (es mi caso). Pero siento disentir (también soy un escéptico hijo de una ciudad en la que abundan las historias y leyendas apócrifas de dudosa  realidad que cuidamos, enriquecemos y contamos con entusiasmo a nuestros huéspedes) pues me temo que va a ser rúcula (o escarola, o espinaca, o canónigo, o...). Teniendo en cuenta que parte de la aventura transcurre en Escocia, me inclino ante la posibilidad de que el faro sea alguno de los de allí, sobretodo sabiendo que Hergé se documentaba con una exhaustividad casi maníaca. De hecho, su silueta me resulta familiar, pero ahora no caigo.

Altura 14 metros
Plano focal, 15 metros
Dos ocultaciones cada 6 segundos. Luces blanca en el sector 221º a 51º, verde de 51º a 135º y roja de 135º a 211º roja.
Alcance, 11 millas la luz blanca, 8 millas las luces roja y verde

martes, 20 de abril de 2021

Louet te espera... el próximo año

El faro de la isla de Louet, en la embocadura de la bahía de Morlaix, casi en la muga entre Finisterre y la Costa de Armor, se yergue en uno de los islotes que protegen la entrada a esta rada y flanquea por el este al castillo de Taureau, que como suele ser habitual ha sido bastión militar y cárcel. No sé si también hospital de apestados e infecciosos, no me extrañaría, hubiera sido para bingo. Pero volviendo al faro de la isla de Louet, justo enfrente de la ciudad de Carentec (en el lado este de la bahía), automatizado desde los años 60, la casa del guardián estuvo deshabitada hasta hace poco, que fue restaurada y pasó a ser un alojamiento turístico. Sí, y del bueno, en el que por un máximo de dos días y dos noches, puedes disfrutar de las instalaciones al más puro estilo farero. Es una estancia  de tú te lo guisas, tú te lo comes. Te dan la llave y te las apañas para llegar hasta la isla por tus propios medios. La tarifa es fija y da igual el número de huéspedes hasta, creo, un total de 10. Mola. Toda la información: aquí. Para los que os hayáis entusiasmado (como yo), todas las plazas de este año 2021 ya están ocupadas (ooooooooooooooh). Para los que sois capaces de mantener el entusiasmo  mucho tiempo (como yo, creo), Las reservas para el año 2022 se abren en noviembre (ay, qué ansia).

Altura 12 metros
Plano focal, 17 metros
Grupo de tres ocultaciones cada 12 segundos. Blanco sector de 305º a 244º, verde de 244º a 305º
Alcance, 15 millas la luz blanca y 19 millas la verde
Visitable si te alojas, de abril a octubre

martes, 13 de abril de 2021

Ponga un faro en su terraza

 

 Y reciba visitas solo los jueves de julio y de agosto, no sea que se le llene de turistas. Esta luz de alineación para entrar en el puerto de Roscoff es la reedificación de principios del siglo XX de la anterior torre, levantada a finales del XIX. Incrustada en el pueblo, ni las construcciones aledañas desentonan con su estilo arquitectónico, ni ella desentona con el resto del pueblo, que es uno de esos que llaman en Bretaña "pueblo con carácter", uno de esos que se convervan extraordinariamente bien y que en el pasado fue uno de los puntales del comercio con Inglaterra. De él salían innumerables productos que los vecinos del otro lado del canal de la Mancha (Mange para los bretones y galos en general, English para los súbditos de su Graciosa Majestad) consumían con ansia, entre ellos la especialidad local: la cebolla rosa. Habrá que proponer un hermanamiento, un jumelage entre los roscoffetenses y los cebolleros navarros, los de Huarte. Quién sabe lo rica que podría estar la sopa de cebolla si intercambian recetas. 

Justo enfrente de este pueblo se encuentra la isla de Batz,y en ella se encuentra el faro del mismo nombre que da servicio a estas aguas. Hay un pequeño ferry que los comunica.

Por cierto, ahora que estoy repasando las fotos, me da la sensación de que los faros franceses, los que realmente tienen categoría de faros, en su mayoria son torres circulares, mientras que los feux d'alignement, tienden a ser torres cuadradas. Ahora mismo se me están ocurriendo varias excepciones a esta generalización, pero oye, se da mucho.

Altura 24 metros
Plano focal, 26 metros
Luz blanca con tres ocultaciones cada 12 segundos.
Alcance, 15 millas
94 escalones
Visitable, pero solo los jueves de julio y agosto

martes, 6 de abril de 2021

Ponga un faro en su trigal

Bueno, en realidad no es un faro, es una luz de alineación y forma parte del grupo de luces que guardan la entrada al estuario del río Wrac'h. En concreto, este de Lanvaon hace pareja con la baliza de la isla de Wrac'h y dirigen a los barcos hacia la seguridad del puerto de Warc'h. Creo que ya he comentado que por estos lares les gustan las cosas claras y sencillas. Bueno, volviendo a Lanvaon, se yergue a tres kilómetros en línea recta de su compañero de baile, en medio de unos campos de cereal bastante majos. No es una torre muy espectacular, ni siquiera bonita, aunque queda sí resultona. Se levantó, allá por mediados del XIX, para sustituir el fanal del campanario de la iglesia de Plouguerneau, que aunque hacía su labor, esta era manifiestamente mejorable, especialmente porque se ubicaba todavía más alejado y en caso de mal tiempo o niebla era prácticamente invisible.

Cuando llegamos a esta torre volvimos a encontrarnos con un ejemplo de la importancia que los franceses en general y los bretones en particular dan a su patrimonio. Y me refiero a la sociedad civil, a los vecinos del farero que ya no está. La última farera fue Soizic Corre, que dejó su puesto en 1994, cuando se electrificó la luz. Al igual que cuando visitamos Trezien, llegamos el día que celebraban la fiesta anual del feu de Lanvaon. Organizado por la Asociación Lanvaon, su objetivo no era otro que recaudar dinero para la rehabilitación y conservación de la torre, así como dar a conocer la historia de los tres faros de la zona. Para ello habían organizado una megacomida a base de los muy tracidionales, sencillos y sabrosos moules-frites (nota mental: algún día habrá que hablar de estos mejillones cocidos con patatas fritas, son un descubrimiento), venta de productos locales y música. Además en ese 2018 el faro de Lanvaon cumplía 150 años. Fiestón.

La estructura de torre cuadrada con remate triangular es muy característico de estas luces de alineación alejadas de la costa y levantadas en la segunda mitad del XIX, Por cierto, si alguien se lo esta preguntando, no hay escaleras de caracol. En el lado de los ventanucos va una escalera de las tradicionales, de las de tramos con su descansillo para una silla o un tiesto con plantas. Son dos tramos por piso para un total de cinco alturas.

Altura 27 metros
Plano focal, 55 metros
Un destello blanco cada segundo.
Alcance, 12 millas
276 escalones
Visitable desde el exterior (pero la web de la Asociación Lanvaon lo enseña muy bien)

 

martes, 30 de marzo de 2021

Nos entró la pereza


Lo sé, la pereza es uno de los pecados capitales. Pero oye, de vez en cuando hay que dejarse mecer por la molicie, permitirse un dolce far niente. Especialmente cuando tu ansia farófila arrastra pasajero. Conviene darle cuartelillo de vez en cuando (se lo han ganado) y hacer un alto. Lo aprendí cuando visité los faros asturianos:16 en cuatro días más el de ida y el de vuelta. Mi Santa y Paciente estuvo a punto de colapsar. Allí pude entender que, aunque le gustara viajar y conocer sitios nuevos bien acompañada (por mí), la ruta no podía ser monotemática. Desde entonces, y cuando crisis y pandemias lo permiten, organizamos el viaje teniendo como hitos los faros, pero permitiendo desvíos y rodeos que aligeren a la par que enriquezcan el camino.

Así pasó cuando fuimos hacia la Ile Vierge, que encontramos una playita curiosona en un día radiante de sol y nos quedamos allí. Los hados nos premiaron con Wrac'h, pero resultó muy relajante. De manera que nos conformamos con ver los dos faros de Vierge, el viejo y el nuevo, desde lejos. En la distancia y cómodamente sentados contemplamos el, si lo he entendido bien, faro más alto de Europa gracias a sus 82 metros y que a su lado mantiene la compañía de la antigua luminaria, inactiva desde 1902 y que aunque notablemente más bajita, resulta llamativa en su blancura. Mantengo la intención de volver para visitarlo por dentro. Será en una ruta que he bautizado como la de los Outsiders. Incluye aquellos faros y luces que se me han quedado en el tintero por no encontrarlos, por falta de tiempo, por quedar muy a desmano, por acceso complicado o por algún imprevisto. Es una lista más larga de lo que me gusta: Vierge, Pierres Noires, Tolinguet, Kereon, ArMen, Patiras, Hourtin, Sein, La Four, Soumard, los tres de Belle-Île (Poulains, Kerdonis y Goulphar), Port Maria de Quimberon...


El nuevo (de1902)
Altura 77metros
Plano focal, 85 metros
Un destello blanco cada 5 segundos en el sector de 337 º a 325º, A oscuras el sector entre 325º y 337º
Alcance, 27 millas
397 escalones
Visitable
El viejo (de1845 a 1902)
Altura 33 metros
Plano focal, 85 metros
Alcance, era de 14 millas

martes, 23 de marzo de 2021

La marea que deja paso libre a los artistas

Hay veces que los faros o las balizas vienen a ti. Caímos en Plouguernneau camino del faro de la Vierge. Allí descubrimos la playita de Sant Cava, un arenal recogido, con rocas, algas y mejillones (en alguna ocasión habrá que hablar de les moules-frites), poca gente y un día de sol más que razonable. La ocasión perfecta para darnos un baño en Bretaña. Explorando la zona y con el agua hasta la cintura decubrimos una islita con lo que parecía una casa faro. La marea estaba baja y se podía cruzar andando, así que hasta allí nos encaminamos. Averiguamos que era el faro de la isla de Wrac'h, del archipélago de Lilia, en el estuario de Aber Wrac'h. En realidad es una baliza roja que marca la entrada hacia el puerto de, sí, lo habéis adivinado, Warc'h. Parece que en esta zona les gustan la cosas claras y sencillas. Y ya que nos hemos puesto geográficos, todo esto se encuentra en una región turística llamada Pays des Abers, que lo forman los estuarios de dos rías (es la mejor traducción que he encontrado de aber), las del Benoit y, sí, lo habéis acertado, el Wrac'h.

La isla sólo es accesible a pie con la marea baja. Desde 1994 la luz está automatizada. Lo que no he conseguido averiguar es cuándo caparon la torre. ¿He dicho capar? Creo que debo aclarar que en Navarra también se llama capar a arrancar el rabillo a la txapela o a la boina. Aquí me refiero a eliminar la linterna y dejar ese farolillo que corona la baliza. En 2006, la casa de los guardianes se convirtió en una especie de albergue y residencia de artistas, que administra una institución llamada Îles et Phares du Pays des Abers, encargada también, tras ocuparse de su restauración, del mantenimiento del edificio y sus alrededores, así como de  organizar eventos culturales.

Por cierto, con vergüenza y contrición debo confesar que nunca llegamos hasta el faro de Vierge, aunque lo vimos cómodamente desde esta isla, sentados en un antiguo refugio-cabaña-almacén de recolectores de algas, una actividad de larga tradición en la región. Una mancha negra en nuestro expediente farófilo que esperamos lavar algún día (y que sirve de excusa para volver a Bretaña). 

Altura 15 metros
Plano focal, 23 metros
Un destello rojo cada 1,2segundos
Alcance, 7 millas
Visitable solo la casa de los fareros. La torre, no

PD:.Ya que hablamos de excusa, mi Santa y Paciente me pregunta si lo de los faros no es una patalla para volver a beber sidra bretona. Me encojo de hombros y no confieso que lo mío son los moules-frites con cualquiera de las salsas

 


martes, 16 de marzo de 2021

Recibido por el bretón más antiguo

El faro de le Stiff te da la bienvenida a la isla de Ouessant. Cuando el ferry va arribando al muelle de Stiff, su doble torre blanca y rechoncha se alza casi 80 metros sobre los visitantes, dominando todo el este de la isla. Es uno de los faros más antiguos de Francia, de hecho es el más antiguo en funcionamiento de entre las luminarias bretonas.Los primeros proyectos datan de finales del XVII, en una hábil combinación de búsqueda de seguridad en la navegación hacia y desde Brest por un lado y vigilante desconfianza hacia las intenciones de los británicos vecinos por otro. A partir de ahí, la evolución habitual de fuegos, luces, combustibles, electricidad, automatismos, semiabandono y recuperación como patrimonio histórico y turístico. Además también le nació un hermano pequeño que le superó en talla, importancia y desarrollo, el de Créac'h. Incluso, en este caso concreto se da la circunstancia de que es el hermano mayor el que hereda ropa del pequeño: la linterna que Stiff luce ahora es la antigua del blanquinegro del oeste.

Lo que más me llamó la atención es que en realidad son dos torres siamesas, una más estrecha con ventanucos en sus caras sur y norte que ventilan y dan luz a la tradicional escalera de caracol en su interior y otra que sostiene la linterna y alberga las diferentes habitaciones de servicio  iluminadas por ventanas orientadas al oeste. Esta misma distribución paralela volví a encontrarla en Cordouan, aunque en este caso una única torre circular envolvía las dos estructuras, pero la misma idea: escalera de caracol lateral a la zona de servicio. Después de 20 años de semiabandono tras su automatización, en 2013 Stiff se restauró y es visitable. Ahora se pueden ver las dependencias donde vivían y trabajaban los fareros. Y es curioso, uno de los dormitorios da la sensación simultánea de acogedor y estrechez. En la foto, más allá de la puerta se ve el arranque de la escalera.

Y como es de suponer, una vez alcanzada la linterna y el balcón exterior, las vistas sobre el mar de Iroise son impresionantes, distinguiéndose con facilidad el faro de Kéréon y, si el día está claro y limpio, los de Sein y Vierge. Asomarse al interior de la linterna (entrar no se puede) resulta alucinante, es sumergirse en un entorno intensamente bermellón de las películas más lisérgicas de los años 60 del pasado siglo. Marea.

 

Altura 32 metros
Plano focal, 85 metros
Dos destellos rojo cada 20 segundos
Alcance, 24 millas 104 escalones
Visitable

martes, 9 de marzo de 2021

Museo de Faros y Balizas en Ouessant

En la cara b del edificio el faro de Créac’h, la que se abre hacia el mar y los acantilados del noroeste de la isla, se encuentra el Musée des Phares et Balises. En la antigua sala de máquinas de la central eléctrica del faro, esa que también producía energía para el faro de Nividic, se recoge la historia de las ayudas a la navegación marítima, maquetas de diferentes faros, enormes lentes fresnel, creo recordar que también hay algunos generadores eléctricos, diversos restos arqueológicos submarinos. En definitiva, un completo repaso al mundo de los faros y sus tecnologías. Una visita más que recomendable, especialmente teniendo en cuenta que es el único espacio del faro abierto al público en el recinto.

Esta es la maqueta del faro de Amédée, levantado en Nueva Caledonia con piezas de hierro fundido y del que se habla en el libro 'Breve atlas de los faros del fin del mundo'. A diferencia de la maqueta, el de ultramar polinésico está pintado de blanco, por  lo que me entra la duda de si esta representación a escala no será la de su hermano gemelo, levantado en el canal de la Mancha, aunque resultó destruido por la tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial y en la actualidad ocupa su espacio en el arrecife de Roches Douvres otro de piedra y aspecto más clásico.  

A la derecha, dos ejemplos de enormes lentes fresnel rescatadas de faros desmantelados o cuyas linternas han sido modificadas. De esta manera se puede ver de cerca la enorme complejidad de estas estructuras ópticas que permiten el máximo aprovechamiento de la luz y su mayor direccionamiento,


martes, 2 de marzo de 2021

Una rotundidad visitable, pero poco

Es posiblemente el de Creac'h uno de los faros más rotundos y de mayor presencia entre los que he visitado. Quizá porque se alza en un terreno muy llano (aunque su nombre en bretón signifique promontorio, y así lo sea con respecto al resto de la isla) y porque se recorta con autoridad sobre todo el horizonte terrestre y marino sin nada que le haga sombra, lo que hace ya desde lejos sea visto y a cada pedalada que te acerca a él sientas que va creciendo ante ti... No sé, es una presencia sólida en un entorno aparentemente inhóspito y un tanto violento. Y que conste que esto solo es una impresión, porque Ouessant es preciosa, está habitada y resulta agradable. Al menos a finales de julio y principios de agosto, con el cielo azul  y sin viento. Un cuatro de febrero y viento del noroeste imagino que será otra cosa.

Este faro bretón es el poste del este de una linea imaginaria que marca la entrada desde el Atlántico a La Manche, que 180 kilómetros al oeste termina en el faro de Bishop Rock de las muy británicas islas Sorlingas (Cornualles), donde llaman English Channel a estas aguas que les separan de Francia. Vamos que estas dos torres son las jambas de la puerta de entrada a lo que nosotros siempre hemos conocido como el canal de la Mancha.

Curiosamente, a pesar de albergar en su interior un museo dedicado a los faros, el aparato óptico original de Creac'h que se desmontó en 1888 se reutilizó en el vecino faro de Stiff, levantado en el extremo este de Ouessant. Quizá haya que aplicar lo de que "en casa de herrero, cuchara de palo".

Altura 47 metros
Plano focal, 70 metros
Dos destellos blanco cada 10 segundos
Alcance, 30 millas
250 escalones
No es visitable salvo la zona del Museo de Faros y Balizas en la sala de máquinas.

martes, 23 de febrero de 2021

De teleféricos y bicicletas


Desde pointe de Pern, al oeste de la isla bretona de Ouessant, se puede ver a una razonable distancia, algo menos de un kilómetro, el faro de Nividic, construido sobre una peña llamada Leurvaz An Ividig. Es una torre octogonal de piedra rematada con una linterna roja. Tras haber sido alimentada  por electricidad a través de un cable y contar con un sistema de emergencia de bombonas de gas, desde el año 1996 es autónoma gracias a unos paneles solares que aportan la energía suficiente. No está habitada pero cuenta con una plataforma  para helicópteros que facilita el acceso del personal de mantenimiento. Esta es la explicación simple de la existencia de dos ¿columnas?, ¿mástiles?, ¿torres? entre el faro y la isla que siguen la línea de arrecifes peligrosos señalados por la luz y llamados pylône de Concu uno y pylône de Ker-zu el otro (el que se ve a la derecha de la foto). En un principio eran el soporte del cableado eléctrico tendido desde el generador ubicado en el faro de Créac'h. Tiempo después se aprovechó la infraestructura para construir un teleférico para hacer llegar el material y personal, aunque esto último no lo tengo muy claro, necesario para su funcionamiento. El caso es que este sistema fue muy útil hasta la llegada en 1971 del helipuerto. Investigando un poco he encontrado un gráfico dibujado por Pierre Montaz explicando el sistema. Lo muestra muy clarito.


Y hablando de cosas técnicas que hacen la vida más fácil, en esta visita a la isla descubrí el lado oculto del cicloturismo en su versión más placentera: las bicis eléctricas. Ese esfuerzo mínimo y descansado que logra el mayor y mas veloz desplazamiento sea cual sea el terreno. Así, cualquier excursión nos hace creer que el Tourmalet está al alcance de cualquiera. Y como la mayoría ni nos vamos a acercar, pues a vivir con la ilusión. Por cierto, las bicis que usamos mi Santa y Paciente son las que se ven en la foto.

Altura 36 metros
Plano focal 28 metros
Nueve destellos en periodos de 10 segundos. En el sector de 290 a 225 luz blanca, y en el sector 225 a 290 sin luz,
Alcance 10 millas.
Accesible en embarcación pero no es visitable

martes, 16 de febrero de 2021

Por si acaso, de lejos



Supongo que todos conocemos la famosa foto de la ola rompiendo contra un faro y a punto de engullir al farero que se ha asomado a la puerta. El faro es el de La Jument, el fotógrafo es Jean Guichard, el farero se llama Théodore Malgorne y la imagen se tomó desde un helicóptero. Ah, y la ola es una ola. 
Ahora es cuando viene el juego de las diferencias. El faro es el de La Jument de lejos, el fotógrafo soy yo, el farero es un automatismo que no responde al nombre de monsieur Malgorne y la imagen se hizo desde la bretona isla de Ouessant, en el Finisterre galo. Y la ola... ni se la espera. Además, seguro que esta foto no gana ni el World Press Photo ni ningún otro premio, Qué se le va a hacer.
Poco más tengo que decir, salvo que ya llegará el día en que vuelva y lo visite de cerca con la esperanza de que las olas se mantengan lejos y calmadas.

Altura: 48 metros
Plano focal, 36 metros
Tres destellos  rojos cada 12 segundos, luz roja en el sector 241-199, sin luz en el sector 241-199
Alcance, 22 millas
Accesible en embarcación pero no visitable

martes, 9 de febrero de 2021

Ya tengo mi 'Breve atlas de los faros del fin del mundo'

 

¡Buaaaah! ¡Qué pasada! Flipo.

Así, este podría ser el resumen, grosso modo, de mi opinión sobre el libro 'Breve atlas de los faros del fin del mundo', escrito por José Luis González Macías y publicado por la editorial Menguantes

Me hice con un ejemplar de la segunda edición. Cuando fui en Navidad a Walden en un primer intento, el librero me dijo que habían volado y que los de Menguantes estaban preparando otra tirada. Así que me dirigí directamente a ellos para asegurarme mi ejemplar. En este caso mi ansia venció a mi paciencia (cachaza le llama mi Santa y Paciente). Me llegó, por fin, el pasado 5 de febrero, viernes, en vísperas de un par de días que tenía libres. Avisé a la familia de que no iba a estar para nadie.

En ese ojeo rápido y general que les doy a los libros antes de ponerme en serio con ellos descubrí la siguiente nota: "La segunda edición de Breve Atlas de los Faros del Fin del Mundo se envió a imprimir el 26 de diciembre de 2020, ciento veinte años después de la extraña desaparición en Escocia de James Ducat, Thomas Marsahll y Donald McArthur, los tres fareros de las Islas Flanan". Por otra parte, desde la editorial me habían avisado  que "tras un arduo mes en el que tuvo que enfrentarse a vacaciones navideñas, terceras olas, falta de estocaje de papel en España y el mayor temporal ocurrido en los últimos 50 años, por fin, el libro ha salido hoy hacia su destino". Si esto no es una advertencia de lo que me iba a encontrar entre sus páginas, mejor me voy a comprar un helado. Datos técnicos, aventuras, misterios, geografía olvidada, tragedias, alegría, temporales, viajes, heroínas, amor, ornitología...

Así que, salivando con anticipación, me acomodé con el libro la primera de las cuatro veces. Porque una de las cosas que he descubierto es que no se puede, ni se debe, leer del tirón. Es de fácil y amena lectura, pero de mucha intensidad y muy condensado, por lo que es preferible tomarlo con calma. Describe y narra la historia y características de 34 faros, cada uno de ellos en cuatro páginas y con la misma estructura: La primera cuenta la historia del faro, la segunda es una imagen artística del edificio, la tercera es el alzado de la torre con los datos técnicos básicos de situación geográfica, medidas, alcance, fechas de construcción, puesta en servicio y de apagado si está fuera de servicio, alcance..., además de un par de anécdotas que han quedado fuera de la historia. Y la última es un mapa que lo sitúa geográfícamente. Las dos hojas que se ven en la foto son la tercera y la cuarta (y las manos son de mi hijo el Greñas). 

En cuanto a la selección de faros, hay representación de todos los continentes, de todas las costas y de todos los mares. No me cabe duda de que la parte más difícil de este trabajo ha sido seleccionar cuáles entran y cuáles quedan fuera. No sé sí González Macías tiene intención de sacar un segundo volumen, pero sospecho que tiene material para ello a la vista de la ingente labor realizada que se intuye detrás de este Breve Atlas. En cuanto a la nómina de torres, hay dos que he visto in situ (La Vieille y La Jument), lo que me hace particular ilusión; hay otra decena que conozco de nombre o de haber leído algo sobre ellas (en especial Buda y Columbretes, que ya va siendo hora de ir a verlas), pero la mayoría me han resultado desconocidas. Y esta es la parte que más agradezco: los, para mí, nuevos faros. Viajar con este libro a regiones casi olvidadas de Somalia, atravesar tempestades para llegar a islotes perdidos de Tasmania, sobrepasar el circulo polar ártico para vivir bajo la larga noche invernal rusa del mar de Barents, llegar al Pacífico para sufrir el calor y la humedad de un presidio francés en Nueva Caledonia... Ha sido como volver a leer las novelas de Verne, Salgari y London.

Ahora la pega que le he encontrado. Y reconozco que parte de esta pega la tiene mi presbicia. En la página dedicada los datos técnicos (la tercera), el autor ha tenido la genial ideal de mostrar a escala el tamaño del faro comparándolo con una figura humana. Esa escala, en el margen izquierdo, esta señalada en tres colores, uno azul oscuro que marca la altura de la torre, otro en ocre que marca desde la base hasta el nivel del mar y otra en azul claro que indica la profundidad del mar. Sobre esa regleta hay dos indicaciones más, una que señala dónde está el plano focal y otro dónde empieza el nivel del mar. Y son estos avisos, por tamaño de letra y del color de la tinta, los que presbíticos como yo tenemos dificultad para leer. También creo que hay otro error, este de carácter general, que es no indicar el valor numérico de la escala, no decir cada señal a qué medida corresponde. Vamos, que no sabemos cuánto mide el muñequito dibujado

En definitiva, es el libro de faros que cualquier farófilo tiene que leer solo para reafirmar por qué nos gustan estas torres de luz y para confirmar que por mucho GPS y posicionamiento satelital que se emplee, nada puede sustituir estas construcciones.

Así que lo dicho: ¡Buaaaah! ¡Qué pasada! Flipo.

Y me vuelvo al Breve Atlas para empezarlo otra vez. Eso sí, ahora a sorbitos