martes, 26 de octubre de 2021

Me ha dejado frío

 

Pues no sé yo. El faro de Puerto Sherry, que en realidad es una baliza, no termina de hacerme tilín. Más que bonito me parece fotogénico. En cámara da mejor que en vivo. Al contrario de lo que se dice de algunas personas, gana en las distancias largas. De cerca... Me pasó como cuando visité la ciudad de Luxemburgo, muy mona, pero demasiado pulida, demasiado de postal, un tanto fría, como si fuera de cartón piedra. 

Sé que es una impresión personal muy subjetiva y probablemente injusta, pero... Quizá sea la torre que menos me gustó de todas las de Cádiz. 

Sobre el dique de poniente, no hay duda de que es tremendamente funcional. De hecho es la torre de control del puerto deportivo y la han coronado con la luz roja que marca la entrada a la marina. Supongo que verlo en un día de mucho movimiento de embarcaciones o lleno de espectadores que asistan a alguna regata le dará otra vida, pero no fue el caso. Me lo perdí. 

Puede que influyera lo desangelada que me pareció toda la zona del paseo de la Bahía, con muchos edificios abandonados a medio construir. Como si le hubiera explotado una burbuja inmobliriaria.

Altura 23 metros
Una ocultación cada 4 segundos. Luz roja.
Alcance, 4 millas
Accesible, pero no visitable,

martes, 19 de octubre de 2021

Vienen altas las nuevas generaciones

En el imaginario colectivo ha queddo grabada la década de los 80 del pasado siglo como la de la explosión creativa, la modernidad cultural, la de la extravagancia, la de la Movida en Madrid, aunque también la hubo en otras ciudades y no se hable tanto de ellas. Pero, reconozcámoslo, esta eclosión imaginativa y de vanguardia no llegó al diseño de los nuevos faros de esa época. Parece ser que el plan de renovación optó por la funcionalidad, por la austeridad, por la simplificación. La costa se llenó de torres cilíndricas, más o menos altas según la necesidad, coronadas con uno o dos balcones y una linterna, Son construcciones exentas, carecen de edificio de vivienda para los fareros. Vamos, que son un triste poste con un bombillo encima.

Cierto es que la electrificación, las diferentes automatizaciones y otros avances tecnológicos han hecho innecesaria la presencia continua del torrero, del farero, del técnico de señales marítimas. Se han deshumanizado para tecnologizarse más. Son más sosos sin perder su utilidad. Cierto es que veníamos de la crisis del petróleo de los años 70 y de la posterior crisis industrial, por lo que la economía no estaba para echar cohetes. Supongo que esto también influyó. Con todo, las mentes pensantes debieron darse cuenta de este aspecto humano-subjetivo y tomaron una sabia decisión: mantener al viejo veterano, aunque fuera en desuso, junto al joven recién llegado, en una suerte de paso de testigo, de maestro que enseña al aprendiz. Esta es una de las razones de los numerosas parejas de faros que se distribuyen por toda la costa peninsular y en los archipiélagos.

El faro nuevo de Rota es uno de esto ejemplos. Bien tiesico, bien alto, bien relimpio y luciendo su faja roja lanza sus destellos desde el puerto sobre este tramo de la costa gaditana. Detrás, en un segundo plano, en silencio y posado sobre la arcada de entrada a la ciudad le observa el Viejo. 

Spoiler: Cuando llegue la década de los 90, la tendencia cambiará e ingenieros y arquitectos proyectarán edificios más imaginativos. Eso sí, sin llegar a las locas ideas de Corea del Sur, en especial los de Busán o los de la isla de Jeju

Altura 27 metros
Plano focal, 34 metros
Una ocultación cada 4 segundos. Luz blanca.
Alcance, 16 millas
Accesible, pero no visitable,

martes, 12 de octubre de 2021

Jubilado pero resultón

 

La villa de Rota, la de la base naval llena de americanos, pero también la que tiene el ayuntamiento en un castillo, el de Luna, con un patio porticado que alucinas, la de la iglesia de la O con su decoración barroca y la que ha inventado el arranque roteño, ese plato que desde la sombra hace una seria  competencia al gazpacho, al ajoblanco y al samorejo, ganando muchos adeptos. Bueno, al menos dos, mi Santa y Paciente y yo. Me he hecho fan muy fan.

Bueno, pues esa Rota, a pesar de lo que digan los manuales al uso, tiene tres faros: el Nuevo, el Viejo y el Primitivo. Los dos primeros se pueden ver y ser retratados, mientras que el tercero, como todo lo primitivo, vive en la memoria. Despareció en 1898, durante las guerras de Cuba y Filipinas. Algún alto pensador estratégico se le ocurrió que quizá los estadounidenses decidieran dejar caer unas bombas contra la ciudad y la luz roja  le sirviera de punto de referencia. Solución: derribarlo antes que ellos. Pues eso, un desastre lo del 98.

El actualmente viejo y que fuera nuevo hasta 1980, llegó en 1910 y se posó en la muralla de la ciudad, frente al puerto. La verdad es que les quedó majo y original para lo que se ve en nuestras costas. Es el único que yo conozco que se puede pasar por debajo. Dicen que se puede visitar pero no he encontardo cómo. Tengo oído también que el Ayuntamiento, con muy buen sentido, prepara un proyecto de restauración y poder incluirlo en su ruta de visitas. Ojala lo lleven a cabo, así tendré una escusa para volver a probar el arranque. 

Además de tener desde hace tiempo varios cristales rotos, llama mucho la atención la veleta, con una ballena sonriente perseguida por una carabela, Será que el cetáceo nada contra el viento y la embarcación no puede darle alcance.

Altura 9 metros
Plano focal, 15 metros
Alcance: fue de 12 millas.
Accesible y dicen que visitable con guía.

martes, 5 de octubre de 2021

Chipiona, el Más Alto hace sombra a la Más Grande

Muchos son los que llegan a Chipiona para homenajear a la cantante Rocío Jurado, visitar su tumba y hacerse una foto junto a su monumento en el paseo marítimo. Mi Santa y Paciente se jugó la vida para llegar hasta la rotonda en la que está y lo hizo, se concedió su momento folclórico, mitómano y turistón. Es lo que tocaba e hizo bien. Pero a la Más Grande le ha salido un poderoso competidor: el faro de Chipiona, el más alto de España y uno de los mayores de Europa. Además está abierto al público. Sí, se puede visitar, entrar dentro y subir hasta la linterna. Sigue encendiéndose por las noches, el farero continúa viviendo dentro del edificio con su familia y no ha pasado nada. Es la demostración empírica y sobre el terreno de que es posible. La Torre de Hércules es otro ejemplo. Multitud de faros en Francia también dan fe de ello. Lo mismo en Portugal. Y ya no digamos nada de Estados Unidos. No hace falta convertirlos todos en hoteles de lujo ni de no lujo.

Volviendo a la Restinga del Perro, en el extremo norte de la playa de La Regla, el faro chipionero da sombra a numerosos pescadores que desde allí lanzan los sedales. Y en esa umbría se dan cita los visitantes al faro, que en estos tiempos pandémicos se reparten en tres turnos de quince personas. Les acompañan un guía y una técnica sanitaria. Si en Francia algunos faros cuentan con un desfibrilador en lo alto, aquí la posible atención médica es humana. Punto para los gaditanos.

Tras unas explicaciones al pie del edificio, se pasa al patio interior, decorado al más puro estilo andaluz, con una planta baja y otra superior porticada, que es la vivienda del farero y su familia. Hasta la llegada del SARS-CoV 2 y la clausura del recinto, el propio torrero daba las explicaciones a los visitantes. Tras su reapertura este verano, es el guía turístico quien lo hace. Además, el patio se ha convertido en un pequeño museo sobre los faros y en él se exponen lentes, un quemador y algunas boyas, así como paneles explicativos. Lo cubre una pirámide acristalada que permite ver la torre desde una perspeciva ascendente que hasta produce vértigo. La primera vez que me pasa mirando hacia arriba.


A la izquierda, la lente del faro de Bonanza, catalogada como de 6º orden y  que fue retirada de la linterna tras el  apagado de este faro en 1982. 

 

A la derecha, un sistema de iluminación de gas acetileno, con quemador y válvula solar.

 

Tras las explicaciones viene el ascenso. 322 peldaños hasta la linterna. Pese a los temores de algunos, la subida es cómoda ya que la escalera de caracol es ancha y cuenta con buena iluminación. Además, hay previstas tres paradas por el camino, cada 100 escalones más o menos, para dar las explicaciones pertinentes pero que ayudan a recuperar el aliento a los que vamos más justicos de fondo. En ellas se van desgranado desde la historia del primer faro mandado construir por el general romano Quinto Servilio Caepión, del que no quedan restos conocidos, hasta las características y cómo se construyó el actual. Los bloques del muro son de piedra ostionera (me encanta esa palabra) típica de esta costa. Su rugosidad es tal que en caso de caída da más miedo el roce con la pared que los golpes contra los escalones.

Una vez en el balconcillo exterior, las vistas son espectaculares. La zona y la altura lo permiten. Si en el grupo de visitantes hay algún abuelete local, las anécdotas e historias que se cruzan entre él y el guía son de los más instructivas.

Por cierto, las visitas hay que reservarlas por anticipado en la oficina de turismo de Chipiona. Este verano eran tres turnos por la mañana de 15 personas cada uno.

Altura 62 metros
Plano focal, 69 metros
Un destello blanco cada 10 segundos
Alcance, 25 millas
322 escalones
Visitable