El de punta Insua o punta Lariño es otro ejemplo de esa corriente de dar a los faros un uso funcional distinto del original solo porque ya nadie vive en él. No es una mala idea que estos edificios tengan una vida más allá de su labor como señal marítima. El problema viene cuando la única solución que se encuentra es la de convertirlos en hoteles de lujo en manos privadas, esté en funcionamiento o no. Cierto es que los entornos en los que se han levantado los hacen muy golosos para buscar ese nicho de mercado de alto standing y exclusividad, pero resulta muy excluyente. Este no es el único caso en Galicia, el de isla Pancha, en Ribadeo, ya lleva unos años funcionando como apartotel, y se acaba de inaugurar otro en el faro de Silleiro, en Baiona. Os invito a ver sus páginas web y valorar.
Sé que los faros producen una fascinación intensa, yo mismo soy una víctima de ella, y que muchos aficionados quieren visitarlos. Indudablemente cuentan con un atractivo turístico enorme. Pero hacer de ellos un hotel no es la única solución. En el Reino Unido y en Noruega también los han convertido en hoteles, los primeros tiran también por la exclusividad y el glamour, mientras que los escandinavos se mantienen más populares bajo la premisa de que quienes se alojan en ellos buscan una experiencia más cercana a la austera vida de los fareros.
En cambio, en Francia han optado por otra vía. Los mantienen abiertos al publico y la visita suele incluir subir a lo alto de la torre. El precio no supera por regla general los 5 euros. Hay colas y lo que se recauda suele bastar para el mantenimiento. Como alojamiento, solo conozco el de la isla Louët, en la bretona bahía de Morlaix. Ya hablé de este faro aquí. Se llena todos los años en temporada y de lujo no tiene nada.
Otras opciones son convertirlos en centros culturales y de exposiciones, como Cabo Mayor, en Santander, o Santa Clara en San Sebastián; puntos de interpretación de diversa índole, como Mera en A Coruña, Santa Katalina en Lekeitio o el de Tossa de Mar, o simplemente son faros visitables por méritos propios como Torre de Hércules o Chipiona. Solo son algunos ejemplos de los que he visitado, pero hay muchos más. Simplemente se trata de abrirlos a todos.
Volviendo a Lariño, visitarlo merece la pena por el entorno, su playa y sus dunas. Y se puede aprovechar para tomar algo en la terraza del hotel, que, reconozcámoslo, no está nada mal.
Plano focal: 27 metros
Tres destellos blancos y rojos cada 9 segundos.
Alcance: 15 millas la luz blanca y 14 millas la luz roja. La luz roja marca los tres sectores de horizonte: de 20º a 45º, de 70º a 90º y de 125º a 152º.
Accesible.