martes, 1 de febrero de 2022

El guardián del Estrecho


 

Al contemplar el faro de punta Carnero me parece volver al clasicismo fareril del siglo XIX. La torre alta, dominante, de sillares grandes, en la línea de los faros más clásicos del imaginario popular. No sé si es de los de grandes olas rompientes cuando azota el temporal, pero sería lo único que le falta para completar la épica asociada a estas edificaciones.

Emparejado estilísticamente con el de Chipiona y con el desmochado de San Jerónimo, este clasicismo que yo le adjudico de forma completamente subjetiva es lo que lo distingue de sus compañeros de trabajo en una línea de costa que se caracteriza, precisamente, porque sus faros son distintos a los demás. Bien porque se agrupan  en los de estilo almenara, bien porque su diseño estético es particular como el de Bonanza, o su solución estructural le da personalidad propia como el de Trafalgar, o es el único metálico en funcionamiento de toda España como el de San Sebastián, o es original y moderno como el de punta Paloma, o como los que pertenecen a la generación austero-funcional nacida en los 90... Los faros gaditanos podrían ser una especie en sí mismos. De esta manera, la variedad hace que el de punta Carnero destaque aún más.

También, su ubicación en el extremo sur de la bahía de Algeciras, recortado sobre el Peñón de Gibraltar, con la costa africana enfrente y vigilando el intenso trafico que pasa por el estrecho, le confiere un espíritu de orgulloso vigía que dan ganas de enrolarse en el cuerpo de fareros de novela. No cuesta nada imaginar a Julio Verne o Emilio Salgari inspirándose en él.

Altura: 19 metros
Plano focal: 42 metros
Cuatro destellos blancos y rojos en periodos de 20 segundos. Blanco el sector entre 18º y 325º y rojo de 325º a 18º. 
Alcance: 16 millas la luz blanca, 13 la roja.
Visible y accesible.

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